Escenario #2 "El amor puede ser solitario, a veces"

        Aún había rayos de sol entrando por la ventana, chocando contra las cortinas color salmón e iluminando la habitación con una calidez inmensa. Había decidido dormir unas horas para retomar esas energías que me quitaron las tareas de la universidad, que quise adelantar antes del comienzo de clases y, además, necesitaba mantener mi cabeza ocupada para no preocuparme demasiado.
          Realmente necesitaba esas horas de sueño, tanto, que apenas había tocado la cama ya estaba profundamente alejada de la realidad, boca abajo, totalmente relajada. De repente desperté, haciendo uso de un hábito muy útil, y sin abrir los ojos sentí una presión que recorría todo mi cuerpo, empezando por mi torso, pero, no tuve miedo. Normalmente me levantaría sobresaltada, por el incómodo contacto de otra persona y su carácter repentino, pero no fue así, debido al aroma. No lo había olvidado, pero mentiría si dijera que no lo extrañaba, cierto por la satisfacción y alivio que me produjo al embriagarme de nuevo.
          Uno de tus brazos pasó por debajo del mío, entrelazándolos, mientras que el otro se deslizó bajo mi nuca dejando las mangas de tu holgada sudadera rodeando mi rostro, y entonces fue cuando lo supe.
          No pude recordar cuanto tiempo había pasado, tal vez unas semanas desde la última vez que te había visto.
— Hola...
— Hola... — Dijiste susurrando, escondida en mi nuca.
— ¿Sirvió?
— Eso creo
— Volviste, así que tiene que haber funcionado. Por cierto ¿a dónde fuiste esta vez? — Dije genuinamente curiosa.
— Estuve en varios lugares, pero en ninguno realmente. —Dijiste aferrándote un poco más— A decir verdad, ya extrañaba tu calor.
— Pero no soportas el calor — Dije girándome para verte frente a mí.
— Sabes a que me refiero — Dijiste algo frustrada por el sarcasmo.
Quería verte, saber cómo estabas, aunque no me lo dijeras con palabras.
          Estaba acostumbrada a que desaparecieras. Sin embargo, cada vez me preocupaba menos porque, en verdad, ambas reaccionabamos distinto cuando necesitabamos un descanso, hasta de nosotras mismas, y eso siempre me brindaba la capacidad de entenderte. Muchas veces sentía esas ganas de estar realmente sola por un tiempo para volver a encontrarme. Además, habíamos decidido que no evitaríamos recibir ayuda profesional porque sabíamos que eso no funcionaba, sin importar que fuertes fuéramos no podíamos con todo solas, necesitábamos ayuda y eso era lo mejor que podíamos hacer, por nosotras y por los demás. Así que ya conocíamos los hábitos de la otra y cómo actuar frente a cada uno.
          Mirándote, noté el cansancio en tu rostro y los detalles de todo lo que habías estado luchando este tiempo que no te había visto.
— ¿Hace cuanto que no tomas una ducha? — Dije con una media sonrisa, quitándote suavemente unos mechones de cabello que tapaban tu bonito rostro.
— No lo sé — Dijiste entre suspiros aferrándote aún más a mi cuerpo, con tu rostro en mi pecho y entrelazando nuestras piernas.
— Te vendría bien hacerlo ahora, ya que estamos solas y viendo cómo te estas acomodando demasiado no voy a poder salir siquiera yo de esta cama — Dije entre pequeñas risas, acariciando tu cabello.
          Suspiraste porque sabías que, de alguna manera, iba a sacarte de la cama porque si volviste, significaba que tenías la energía suficiente para volver a enfrentar todo lo que habías dejado en pausa, aunque ante otros no lo pareciera.
— Que te parece si tomas una ducha y, mientras, espero a que termines para que cocinemos algo juntas porque ya sé que comiste poco y nada. Te tomó unos segundos asimilar lo que había dicho y decidir si aceptabas mí humilde oferta.
— ¡Galletitas! — Dijiste casi en un grito que me hizo sobresaltarme.
— No estoy segura de que tenemos todo para hacerlas, pero igual vamos a intentar — Dije entre carcajadas y sonrisas al ver la tuya de nuevo.
          Me levanté como pude, entre risas, tratando de zafarme de tus insistentes ganas de aferrarme a la tentadora cama que hace unos segundos me tenía en el paraíso.
          Busqué, dentro de nuestro armario, algunas de tus prendas favoritas, recordando cuales te hacían sentir más cómoda para estar en casa, algunas toallas y los productos que usabas luego de ducharte, aunque no sabía si estabas preparada para tanto de una sola vez. En ese momento me dije a mi misma que tenía que tomar las cosas con calma, ya que solía insistirte o pedirte demasiadas cosas cuando regresabas y eso te agobiaba, provocando lo contrario por lo cual volvías. Entendías mi preocupación, por todas esas veces que surgía alguno de mis episodios y sentías lo mismo.
          Giré para verte y extendí uno de mis brazos, sosteniendo en el otro lo que había recogido, para que te levantaras y sepas que estaba ahí para sostenerte, pero, necesitaba que el primer paso, lo hicieras sola.
          Te levantaste, lentamente, cargando con todo ese peso que poco a poco dejabas ir y te aferraste, esta vez, solo a mi mano.
          Pasaron segundos, tal vez minutos y ninguna quería soltarse, pero debíamos hacerlo. Sabíamos que teníamos mucho tiempo para estar juntas así, pero, de todas maneras no podíamos pausarlo.


Comentarios

Entradas más populares de este blog

De nuevo aunque con una factor sorpresa

Rojo

Escenario #1 ¿Soy? ¿Somos?