Crónicas Congeladas

Soy esto, una romántica reprimida voluntariamente a consecuencia de la vida.      Tal vez es demasiado, pero así soy, todo o nada. Puedo escribirte mil cartas, cantarte mil canciones, darte mil dulces, mucho apoyo, todo de mi o no darte nada, seguramente sea sentimental a niveles que no puedo controlar. ¿Se llama ser intensa? Creo que cada vez es más claro que si, pero con muy pocas personas lo he sido a lo largo de 22 años, es probable que por eso huyan, porque se sienten presionados, pero créeme que no es la intención, de hecho, no hay intención, no doy para recibir algo a cambio. Aprendí que, aunque tire todas mis cartas en la mesa antes de que el otro haya sacado una, lo hago porque no quiero arrepentirme de no haber dicho lo que sentía porque no se que va a pasar mañana.      Nunca había conocido a alguien en un escenario tan hermoso, ella estaba en una reunión con miembros de su familia, al parecer estaba bien, disfrutando con quienes ama mientras yo me encontraba sentada

El tiempo se acaba y mi sensatez no se aclara. Resido en el limbo, mi estadía en el infierno.

Tomé mi bolso y caminé hacia la oficina, di dos golpes a la puerta, suficientes para que la puerta se abriera dejándome verlo ahí sentado con una sonrisa implantada en su rostro mientras que, como respuesta, no hubo ni un mínimo gesto de mi parte. Me senté en esa silla tan cómoda, me observó preguntándome como fue mi fin de semana, intento ser lo más optimista posible pero no resulta bien, le respondo lo mismo que siempre “ahí”. Luego de hablar unos cuantos minutos llega a la conclusión diciéndome: “No sos pesimista, te falta motivación”, asiento sabiendo que eso ya lo tenía muy claro, “no veo un futuro” le dije mientras él respondió “¿cómo vas a ver un futuro si aún no saliste a vivirlo?, lo miré y volví a asentir quedándome en silencio para luego soltar "Ya se cómo será, nada bueno, lo veo venir”, me observó unos segundos intentando buscar una respuesta coherente ya que sabía que no iba a cambiar de parecer.

Surjo de la oscuridad con  la mirada baja y  pasos lentos, secos, hacia el haz de luz que desciende desde el cielo oscuro, respirando con dificultad sin mostrar el conflicto. Siento mis pies arrastrándose hacia la claridad para caer estrepitosamente hacia el suelo quedando arrodillada, siento el dolor en mis rodillas y la sangre brotar de las heridas atravesando la tela, manchando la superficie. Mis manos a los costados del cuerpo están muertas, no logro sentirlas, pero de un segundo a otro comienzan a temblar recordando mi intolerancia, mis reacciones incontrolables ante esas tan enfermizas situaciones y los gritos de ayuda internos que pido a cada momento. Ninguna partícula de agua sobresale de mis ojos, produciéndome una impotencia masiva, sintiendo la presion de los pulmones contrayéndose a medida que la ira se expande por mi cuerpo, y aún así no puedo moverme.  

Siempre la misma imagen, están ellos que aún no logro reconocer por sus desconocidas facciones y la intensa oscuridad que los esconde de mí. Frente a esa larga mesa distingo sus siluetas de pie frente a mí, soy solo yo con ellos observándome, gritando, opinando, juzgando y criticando cada una de mis acciones, pensamientos, decisiones e indecisiones. Estos desconocidos personajes enloquecen mi mente, alteran mis pensamientos con su lenguaje autoritario decidiendo por mí en situaciones inevitablemente importantes. De repente en la oscuridad, por el extraño sonido de sus respiros, logro identificar una leve sonrisa dibujada en uno de los rostros logrando captar el mensaje, ellos tienen el control.  Comienzo a desesperarme y al segundo mi mente busca las palabras correctas para comenzar una guerra verbal que sé que no tendrá fin pero decido tomar esa clase de riesgo. Su sonrisa desaparece al segundo que mi mente se detiene y preparada espera su momento para expresarse, pero sin lograrlo l

     Es un bucle sin fin, no me conozco, no se quién soy, no sé lo que quiero, no sé qué estoy haciendo con mi tiempo, estoy vagando en un mundo despreciable.  Me despierto y en mi mente hay un vacío que se siente tan pesado, tanto que me impide caminar correctamente. Como hace un tiempo, vuelvo a sentir como mi cuerpo se deteriora, en una cantidad minúscula comparada con mi mente; no quiero hacer nada de esto, no hay día que pase sin llorar, sin sentirme tan inservible como claramente se ve a flor de piel. Haber vivido tanto tiempo en un mundo fantasioso, sola, sin tener una infancia y adolescencia como un individuo tradicional, provocó este nuevo encierro, donde no hay luz. La única luz que puedo observar suele ser un recuerdo que no me sirve o pronto seria olvidado y que exprimo para disfrutarlo como si sucediera de nuevo antes de que mi mente borre ese momento.

    Juego a dos puntas, como el blanco y el negro, el bien y el mal, la felicidad y la tristeza. Me veo a unos metros de distancia, como si hubiera un espejo delante de mí, en la otra punta, al otro lado de la calle. Se siente diferente, como si ella y yo fuésemos distintas, pero nos vemos igual. Tal vez la imaginé, sin pretender confundirme sino manifestar la oscuridad que siento dentro de mi como si fuera otro ser físicamente semejante , conectadas por las miradas, controlándose una a la otra, luchando por poder, pero ¿Quién es el reflejo?