Escenario #3 "Utopía compartida"

Solíamos recibir algunas quejas de los vecinos y aunque se encontraban a una distancia bastante razonable, ésta no era la excepción.

Una de las típicas y breves charlas de madrugada entre minutos de estudio, en la que nuestros vagos intentos de nivelar las voces eran acompañados solamente de aquellos sonidos característicos de la noche, se daba cuando necesitábamos darle un descanso a nuestras mentes de toda esa información y actividades que, tanto la universidad como los trabajos, nos obligaban a experimentar en plazos tan cortos.

Escribir era uno de mis lugares más libres, tanto que había decidido dejar de retenerlo luego de recibir tantos halagos de su parte. De tanto escuchar como mis palabras podían convertirse en el lugar seguro de otros seres disconformes, incómodos con su realidad o en busca de un escape, tal como ella muchas veces sentía, convertí esto en un pasatiempo que además ayudara económicamente con nuestra situación aún sabiendo que era peligroso y necesitaba constante control, pero no sentía tanto miedo sabiendo que estabas ahí para ayudarme. Sin embargo, la inspiración no aparecía repentinamente y me convertía en la número uno en ventas, por lo que necesitaba estímulos y nuestra vida solía darme efímeros momentos llenos de ideas para representarlos en contextos utópicos llenos de sentimientos y emociones que nunca creí poder experimentar pero al final del día usualmente lo hacia.

Así llegué a esa noche, y observándola con detenimiento pude ver el espacio acogedor que habíamos construido. Al menos ese humilde intento con la presión del último tramo académico atravesandonos pero, de todas maneras, siempre supimos que lo sería ya que todos los días tratábamos de conservarlo como lo más cercano a lo que siempre habíamos soñado pero no en términos materiales o físicos sino como un hogar que nos mantuviera seguras, que fuera un descanso alejado de aquel mundo al pasar la puerta principal. Recuerdo que habíamos decidido todo juntas, desde los colores hasta que tipo de planta queríamos en cada habitación. La confianza era tal desde el momento en que nos conocimos que no podíamos lograr comprenderlo y no dejábamos que esa anécdota se amigara con el olvido, contándola de nuevo siempre que pudiéramos. Volviendo a mi realidad, nuestra realidad, miré a mi alrededor recordando cada momento, especialmente los negativos porque me había comenzado a aferrar a la creencia de que la tristeza me impulsaba a escribir algo más fuerte pero pronto me daría cuenta que estaba equivocada. Cada discusión, plan, lágrima, grito, enojo, frustración, detalle en cada charla que acababa con pilas de pañuelos usados y heridas, no sólo abiertas sino que remarcadas, alimentaba la autodestrucción que me intentaba enjaular en aquellos momentos, como si nos hubiéramos quedado en el tiempo pero algo me trajo de nuevo, casi instantáneamente, a nuestra realidad; fue el golpe verbal que necesitaba para no entrar en ese bucle tan peligroso. Un tan común “¿Qué querés cenar? Cocinaré, pero espera, mejor elige luego de decidir qué película vemos hoy..” me quitó el dolor y las posibles lágrimas para dibujarme una sonrisa que se convirtió en risa luego de escucharte mezclando acentos y haciéndome más preguntas sin darme la posibilidad de contestarte al menos la primera. No me había dado cuenta cuánto tiempo pasaste intentando llamar mi atención o siquiera estando cerca, así que dejando que mis impulsos me guiaran caminé hacia donde estabas y te tomé en mis brazos, tan fuerte que comenzaste a preocuparte. Sin embargo, tardaste unos segundos en entender que solo quería tocarte, aferrarme al momento como si todo fuese a desaparecer al momento de abrir mis ojos pero cuando lo hice todo se esclareció. Con tus brazos alrededor de mi cuerpo y los mios del tuyo ya no había momentos oscuros sino grises, incluyendo las risas, los bailes, el karaoke cada fin de semana, los desastres en la cocina cuando probamos una nueva receta, los logros, siempre ayudándonos, pero más que nada acompañándonos, dándonos todo aquello que nos había estado faltando y necesitábamos: tiempo, paciencia, espacio..Este hogar, este rincón que podíamos llamar como propio en su totalidad, era pequeño para muchos pero suficiente para ambas, no por cuestiones materiales sino por lo que conteniamos dentro y solíamos llevar hacia afuera. 

Observandote con una sonrisa mientras dejaba que me arrastraras por la casa insistiendo en que decida las actividades de esa noche, me di cuenta que tal vez este lugar, este tipo de vida no podría tenerlo con nadie más, no quería otra persona que no fueras vos o simplemente no sabría como replicarlo luego de intentarlo una primera vez. Que si deseaba conservar lo que un día fue, lo que un día sentí, debía hacerlo en su totalidad, sin dejar escapar un detalle, ninguna lágrima de felicidad o tristeza.


Comentarios

Entradas más populares de este blog

De nuevo aunque con una factor sorpresa

Rojo

Escenario #1 ¿Soy? ¿Somos?